miércoles, 22 de marzo de 2017

Que te aúllen tus lobos, Caperucita

Hoy necesitaba salir de mí, cuando siquiera recordaba que no había puerta en tanto abismo que pudiera acercarme a una calle sin salida. La venda está tapada supurando vida, no es conmigo con quien deberías dejar descansar las alas rotas de este pájaro enjaulado, nunca supo silbar tu canción favorita y lo peor, te dejaste caer en un cuerpo cuando no podías soportar ni tu propia gravedad. No eras mi universo, no eras ese deseo que llevaba arrastras una estrella fugaz. Y sigo pensando en ti, y en lo que no supiste ser, cuando se me olvidó lo más importante:

No era eterna contigo.

Mentías cada vez que decías que cada ocho dormido fue infinito, cuando en tu idioma significaba derrota. Esta infinitud que mi cabeza inventa es solo una excusa para no ser feliz en otra constelación. Para seguir regando flores muertas en un asteroide que saca de las órbitas cualquier atisbo de orden emocional. Se acabaron los golpes y empezó a sonreír la suerte con la boca al revés.
                                  
Casi.

Lo que hay que inventar para fingir que no tengo a la tristeza alquilada con contrato indefinido en el quinto piso de mi pecho. No (a)paga mis llantos a primeros de mes y solo me dice que me espere un poco más, que está buscando algo con lo que dormir a mis bestias.


He hecho una llamada a la cordura y estaba comunicando.