miércoles, 5 de marzo de 2014

Un sueño más

Supongo que aún ni he empezado a divagar lo suficiente para demostrar que escribo esto desde la más extraña y pesada soñolencia. Quizás si me dejara caer sobre el papel conseguiría que se vertieran sueños con más sentido que la más sincera realidad. Quizás solo porque sé que cuando estoy en esta batalla de sueño y nada a la vez, soy capaz de dejar relucir lo que pienso, solo así, mientras luchan mi cuerpo y mi cabeza a ver quién gana antes a abandonarme. El ring podría ser un bosque, un cielo bañado de constelaciones, el suelo, las paredes, tu cama, la mía; podría elegir el lugar que quisiera de entre todos los presentes y nunca sabría decidirme por uno. Y en cierto modo, así se basa parte de mi existencia; en oscilación, en ni siquiera saber donde estoy, en preguntarme cuál es mi sitio, en callar, en reír, en no saber que decir.


Me declaro creadora de una bomba realizada a base de una combinación crítica; inseguridad, miedo, cobardía, y un trocito de una parte de mi tan oculta que a veces me olvido de que existe.
Este explosivo no tiene ese tic tac que lo hace predecible, ni cables para desactivarlo, simplemente estalla; te impregna por dentro, te hace tiritar de terror cuando notas como se expande calándote cada uno de los huesos.

Aunque, a veces, puedo saber cuando va a explotar esa bomba, la siento, sé que está apunto de reventar y lo único que me reconforta es escuchar mi canción preferida, al máximo volumen, una y otra vez, sin parar; hasta que pierda sentido la propia letra, para no escuchar como explosiono por dentro, para creerme que podré adelantarme a los acontecimientos.


Llamadlo evasión si queréis, pero hoy es uno de esos días en los que tengo más miedo a aborrecer mi canción favorita que estallar por los aires.