Y dime, tú por qué continuas en esta poesía
Y dime, yo, por qué sigo amarrándote a las cuerdas de las lineas que escribo.
Y pregúntame qué hago a las 2:07 de la madrugada escuchándote.
Y déjame preguntarte, qué haces regalándome tu voz si ni siquiera tú sabes si te pertenece.
Y preguntémonos, qué nos estamos haciendo. Qué les estás haciendo a mis versos, que se están rasgando, desangrando, dejando costras con cicatriz, con sabor a ti.
¿A qué estamos jugando?
Voy a confesarte algo, que no debería,
y lo peor es que no sé por qué no debería, quizás; porque no debo.
Pero aún así haré una confesión como si estuviera a punta de
pistola, entre la pared y tú. A casi un “hola” rozando el gatillo
para apretar con un “adiós”
Las únicas balas que quedan en este
juego son las palabras que nos disparamos,como si lo hiciesemos a
ciegas, pero apuntando justamente donde más duele. Te llamaba cobarde por no apuntarme, por no ponerte una venda en los ojos mientras te daba vueltas y vueltas, con los únicos impactos de nuestras risas en vez de ruidosos tiroteos a bocajarro. Llegó un día que decidimos cambiar de juego, porque la monotonía es más mortal que cualquier bala que se capaz perforarte las ideas. Y eso, lo sabes tú mejor que nadie. Ese día, cogí un globo rojo, donde guardé dentro, en forma de aire todos mis pensamientos, todos mis gritos, todos mis deseos, todos mis secretos y lo puse delante de ti, apretándolo tan fuerte de la misma forma que se me oprime el pecho cada vez que me matas y me revives cuando me miras. Desde entonces, el tiempo me pide tregua para que descanse de pensarte a tres besos por minuto.
Desde entonces no he vuelto a coger aire, sin asegurarme antes que el viento ha jugado con tu flequillo, o ha sido el causante de producirte un escalofrío o robarte un suspiro.
Desde entonces no he vuelto a coger aire, sin asegurarme antes que el viento ha jugado con tu flequillo, o ha sido el causante de producirte un escalofrío o robarte un suspiro.