Me gusta dormir, y puede que me guste tanto porque me cuesta mucho conciliar el sueño. No soy de esas personas que con tan solo meterse entre las sábanas y cerrar un segundo los ojos se duermen. Siempre he necesitado una cama para dormir, y para ser más exactos, mi cama, mi almohada.
Me encantaba tumbarme en la cama, con la
ventana abierta y la persiana a medias, dejando entrar solo un poco
de luz, y el olor de la noche. Sí, el olor de la noche, un perfume
indescriptible que solo podría llegar a llegar a captar su propia
alma y aún así sería imposible.. de describirlo.
Me entretenía escuchando la nada,
buscaba algún sonido que pudiera evadirme de las voces que emitían
mis pensamientos, en vano. Por una vez, quise que hubiera algún
coche al que maldecir por formar revuelo, para que mi cabeza tuviera
algo con lo que entretenerse, para no pensarte Me empezaba a hacer
preguntas que pensaba que nadie más se hacía; como porqué es
tan fácil decir grandes mentiras, y no pequeñas verdades porqué pesaba más el orgullo que los deseos, porqué las decisiones difíciles no venían con manual de
instrucciones, como los muebles..y mientras pensaba todo esto,
cerraba los ojos y me dejaba envolver en el sonido de la nada y el
olor de la noche. Llegaba un punto donde solo veía las frases
escritas literalmente en la oscuridad de todas esas preguntas, hasta
que se juntaban algunas letras con otras para formar un nombre. De
ese nombre me venía una imagen, se concentraba en su cara, en la
forma que la luz se reflejaba en su pelo, en esa sonrisa llena de
locura y belleza, por la que serías capaz de inventar el chiste más
malo del mundo con tal de verla nacer una y otra vez.
Y a veces, dejo la puerta de mi cuarto
abierta, porque es muy fácil pensar que vienes de puntillas y muy difícil dejar de hacerlo.
Porque tú no lo sabes, pero tu risa y tus suspiros serían la banda sonora que le pondría a mi vida, sería
la única composición que no me hartaría de escuchar una y otra
vez. Que si te rompes a llorar yo te coso a carcajadas. Tampoco sabes que el único deporte extremo que me atrevería a
practicar seria escalar desde tu cuello a tu boca, fingiendo que me
caigo para tener que volver a empezar.
Hasta tenerte tan cerca, tan pegadas
que se nos enreden las pestañas; se que odias que te aparte la
vista, pero no es que no me atreva a aguantarte la mirada, es que no si sé si tengo suficiente aire en mis pulmones para
sumergirme en tus ojos y salir antes de asfixiarme por perder la
noción del tiempo mirándote, tanto que podría dilatarte las
pupilas hasta que juguemos a mordernos; mis ganas, tus ganas.
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