miércoles, 22 de marzo de 2017

Que te aúllen tus lobos, Caperucita

Hoy necesitaba salir de mí, cuando siquiera recordaba que no había puerta en tanto abismo que pudiera acercarme a una calle sin salida. La venda está tapada supurando vida, no es conmigo con quien deberías dejar descansar las alas rotas de este pájaro enjaulado, nunca supo silbar tu canción favorita y lo peor, te dejaste caer en un cuerpo cuando no podías soportar ni tu propia gravedad. No eras mi universo, no eras ese deseo que llevaba arrastras una estrella fugaz. Y sigo pensando en ti, y en lo que no supiste ser, cuando se me olvidó lo más importante:

No era eterna contigo.

Mentías cada vez que decías que cada ocho dormido fue infinito, cuando en tu idioma significaba derrota. Esta infinitud que mi cabeza inventa es solo una excusa para no ser feliz en otra constelación. Para seguir regando flores muertas en un asteroide que saca de las órbitas cualquier atisbo de orden emocional. Se acabaron los golpes y empezó a sonreír la suerte con la boca al revés.
                                  
Casi.

Lo que hay que inventar para fingir que no tengo a la tristeza alquilada con contrato indefinido en el quinto piso de mi pecho. No (a)paga mis llantos a primeros de mes y solo me dice que me espere un poco más, que está buscando algo con lo que dormir a mis bestias.


He hecho una llamada a la cordura y estaba comunicando.



sábado, 28 de enero de 2017

Cuento de hielo

Una vez conocí a una niña que se mataba por vivir, hoy tiene el pecho descosido y se asoman trozos de algodón roto.

Antes miraba la vida como un regalo,
ahora la vende a terceras manos.
Antes se gustaba en el espejo,
ahora se corta con su reflejo.

Son las horas de un día cualquiera que no es nuestro aunque podría serlo si la chica que recuerdo hubiera seguido matando a la vida por seguir en ella. No eres más por estar menos.

No has estado a la altura,
pero hay vértigos
que no se superan olvidando,
fingiendo,
usando, 
o follando.

Todo lo que sube baja y ahora no sé donde estás tú,
pero yo solo quería sentarme contigo en el suelo.





12 maneras más de morir

Hacía tanto tiempo que no escribía que mis dedos se tropiezan como si no hubiéramos hecho esto nunca, y resulta que es lo único que sabemos hacer. Creo que estoy cerca de mí pero huele demasiado a desconocida, quédate, vete de aquí y ven como para saberlo.

Se han enredado unas palabras que buscan llegar para recibir. Tan inocentes, siempre con el mismo ciclo evolutivo en relaciones primarias casi humanas. Nunca vas a ser persona si tu misión es quemar sin quemarte, apúntatelo en la conciencia y clávatelo en el corazón.

No hay salida sin huida y aquí no hay ninguna puerta pero me sobran llaves.
Ciega nunca las vas a encontrar.
Están lloviendo cuchillos y se me ha olvidado la espalda en casa, 
no sé si te quedan huecos para clavar.

Si tuviera que cerrar los ojos y dejarme caer,
¿Tú me cogerías?
Si ya estuviera entre la distancia equivalente entre el aire y tus brazos,
¿Tú me cogerías?

Siento las baldosas frías.
Te ha pesado más el miedo de una rosa con espinas
que todo el amor de una flor que se marchita.




miércoles, 25 de enero de 2017

Inicio de insomnio

Hola. Bienvenida. Te estaba esperando.

Qué mal suena un saludo cuando solo rebota en mi cabeza queriendo escapar de las paredes de un corazón ajeno al mío. Me da miedo estar aquí de nuevo, escribir es mi peor augurio personal. No vengo a decirte nada malo, nada bueno, nada que esperes, ni nada que te sorprenda. Estoy temblando, cada letra que uno se desquicia a su manera.

Debe ser el infierno más frío que he pasado en estos años y los nudos más gruesos que se han acomodado en mi garganta como si esperara que algún día fueras a quitarlos. Me gustaría apretarlos más y salir a bailar con tu clávicula, pero no te prometo pisarte sin querer algún sueño.

Tengo la lengua dolorida de silencio, pero aún así me atreveré a contarte que cada día me va a doler más. Me has dejado interrogantes por cada suelo que piso, cada puerta en la que me apoyo hasta caer marchitada, cada imagen que resbala por mis ojos y cada pensamiento que recreo en la pared como si en casa tuvieramos ese proyector en el que dijimos que veríamos nuestras películas favoritas.

Llevo a mis espaldas todas tus dudas, todas tus mentiras y toda una vida por delante en la que tú te has querido quedar detrás.

Cobarde.

Y mañana, ¿Te atreverás a venir?

jueves, 30 de abril de 2015

Anatomía de un verso

Me duelen los pies de reírme,
pero te seguiría hasta el cielo de la boca.
buscando tu clavícula salvavidas,
arreglando todas tus sonrisas rotas.

Pido un deseo;
ser el tuyo.

Quererte un mucho de más,
en toda tu composición,
descompuesta, esparcida, desvariada o perdida.
se está convirtiendo en mi ley universal
versada en un espacio sin tiempo
que me impida seguir cumpliendola.

(voy a escribir normas en tu lengua
para que lo entiendas)

Las reglas que sólo has podido deshacer y recomponer a la vez:
Escritas en carne viva,
en la tuya,
en la mía.

Sabes hacer jaulas
con el enredo de mi pelo
en las que encerrar mis pesadillas
dentro de mis sábanas noctámbulas.

Ser mi luz al final del túnel, cuando la noche alcanza.

Ella, descubierta en su juego
cuando el tiempo se retrasa,
es como el escondite
porque todos sus rincones son casa.

A ti, por verte dormida,

recuerda; viviré en la realidad
siempre que haya fragmentos de tu ficción.
Dónde te encontraré otra vez,


hasta perdernos por nuestras bocas sin salida.


miércoles, 31 de diciembre de 2014

Un año más, un año menos.

No lo entiendo. Aunque tampoco pretendo que nadie me lo explique.
¿De verdad es necesario que en el calendario marque que estamos a 31 de diciembre para que digamos que vamos a cumplir  una serie de cosas que al día siguiente ni vamos a recordar? En serio, he visto listas de propósitos más largas que las listas de las compras de Navidad. ¿Y cumplimos alguna? No. Dejemos de mentirnos. Simplemente nos autoprometemos para quitarnos el remordimiento de encima porque el año pasado nos propusimos lo mismo y no hicimos nada. Queremos que los demás no nos fallen, cuando aún no ha terminado el año al que tanto nos aferramos para decir que el siguiente "es el nuestro", y somos nosotros los que empezamos fracasando.

Es muy triste que tenga que venir un número para que tengamos que pensar en convertirnos en buenas personas, en dejar cosas que nos hacen daño, en mejorar, cuando eso tendríamos que proponérnoslo siempre, a cada segundo, y lo más importante: cumplirlo de verdad. 

Si sumáramos todas las promesas que nos hacemos cada fin de año, nos daríamos cuenta que la mayor deuda nos la debemos a nosotros mismos. Parece que no tenemos suficiente con que nos embarguen las casas como para que encima también lo hagamos con nuestra propia palabra.

No celebramos que se acabe un día, una semana o un mes, ¿Pero si un año? Sólo es un cambio de dígito, un número más. El viento sigue soplando, la tierra florece, el agua moja y el fuego quema.

Y nosotros, seguimos prometiendo(nos).

Por eso no me voy a autoprometer más, he decidido que voy a autocumplirme.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Conjuga(me)

Soy las virutas de una goma que borran un folio lleno de palabras desgastadas.
Soy el error que todos cometen.
Soy medio día por la noche.
Soy azul en negro oscuro.
Soy la incertidumbre en labios que escupen mentiras.

Soy una promesa que quiere cumplirse.
Soy el intento fallido de un corazón roto.
Soy la vida que siempre se dejan a medias en un vaso.
Soy la comida que el perro del Hortelano no deja comer.
Soy lo que nunca me han dejado ser.

Soy el límite de la paciencia que siempre se acaba.
Soy las medias ganas.
Soy la mancha que empaña un espejo donde se refleja un recuerdo.
Soy el viento que se queda sin fuerzas para levantar las hojas del suelo.
Soy la intensidad de una llama que apagan hasta convertir en cenizas.

No quiero ser más.

No seguiré siendo restos de un “soy”, anulado como verbo en primera piel del plural, acomodado en el momento perfecto anterior, en modo imperativo, porque solo recibí órdenes y represión en mi voz que cantaba pasiva, por eso jamás llegue a “ser” ni como un simple infinitivo.

No voy a conjugarme más, hasta que encuentre mi primera persona del singular; que se atreva a tachar mi pasado y se escriba en mi presente y futuro donde habite el subjuntivo para que cumpla deseos ficticios y un indicativo para descansar en la realidad.

Conjuga(me), sólo si piensas analizarme sintáctícamente buscando mis verbos escondidos, dándome un tiempo y una voz que canten al son de la libertad, hazlo si piensas llegar al núcleo de una vida rota entre perífrasis emocionales. Inténtalo, si vas a quedarte como sujeto de esta oración que no tiene atributos que ofrecer, sólo unos complementos que no saben en que líneas encajan. Sigue, y ayúdame a completar un estilo directo y tardío.

Conjuga(me), sólo si vas a darle sentido a una vida que se quedó sin persona, tiempo, modo y voz.