viernes, 21 de febrero de 2014

Cataclismo

No entiendo esa necesidad que tenéis de querer vivirlo todo tan rápido. Yo quiero saborear cada segundo, cada silencio, cada pausa. Qué se me enreden las palabras en el paladar hasta saber si cada letra que roce un solo instante mi lengua es salada o dulce. Dar pisadas tan lentas que sienta que el asfalto se me pega a la suela de los zapatos. Acabar rodando desde la duna más alta de una playa y notar como cada grano se me incrusta por dentro de la ropa, causándome un cosquilleo tan inmenso que se me erice la piel. Sacarme los sueños a base de sacudidas de cabeza que provoquen cataclismos en mi cama, que estallen en mil pedazos las ventanas y cerrar los ojos tan fuerte como para que me explote el alma, que todo quede en silencio, y que se vayan pintando las paredes de vibraciones al retumbar mi habitación.

Recorrerme las calles tantas veces que pueda aprenderme de memoria los recuerdos que se dejaron abandonados en los bancos de un parque cualquiera, donde, si te detuvieras un momento y buscaras con detenimiento, podrías ver envoltorios de corazones rotos, nuevos, arreglados o abandonados y más aún, si cerraras los ojos podrías sentir, incluso oler, un rastro de ilusiones tan vivas que podrían condenarte al infierno más frío. 

Y nadie lo recuerda jamás.

No es el tiempo lo que se os da, sino el instante.



3 comentarios:

  1. No sé si me gusta más tu manera de vivir y ver las cosas o la manera en la que lo has expresado en esta entrada. Sigue saboreándolo todo y contándonoslo.

    Siento haber hecho esperar a tu blog, he estado liadilla. Pero aquí tienes una lectora fiel :)

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    1. Mil gracias por tus palabras, Miriam! será un placer para mi recibirte siempre por mi blog :D

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  2. De esa necesidad de eternizar el momento nace la vocación literaria. Y tu filosofía de la lentitud, hoy tan en boga, es la otra alternativa desde el griego Epicuro

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