Las idas y venidas
Los si y los no, mañana, pasado, puede o quizás.
Querer y no poder.
La vida, las relaciones, el amor, son similares al mar y a esta pequeña embarcación.
Por ejemplo, podemos decir que las olas y el barco son como las parejas. En las discusiones, las olas chocan contra el barco, se precipitan creyendo que podrán vencerlo, que podrán pararlo, calmarlo, pero él sigue hacia delante, imparable siguiendo su rumbo, siempre creyendo que es el correcto. Los insultos, las humillaciones, ese golpe tras golpe, hacen que esa ola se vaya convirtiendo en espuma, cada vez más y más espesa, hasta que no puede aguantar más la presión del barco, y desaparece, se acaba agotando, como los corazones que no son bien tratados, que se acaban consumiendo. Como esas olas llenas de frenesí, que no quieren dejarse llevar por el viento que levanta el barco.
¿Sabeis que hace la ola cuando no puede soportar más que el barco la empuje hasta ahogarla? Tiene que encontrar una brisa, que consiga llevarla hasta donde se proponga, mostrándole ríos, mares y océanos, que jamás podía creer que existían, se deja llevar, explota la libertad que no tenía chocando con ese barco, demasiado ciega para ver que podía rodearlo y escapar, demasiado acostumbrada a golpearse contra él.
Pobre ola, ¿Verdad? Quizás no se da cuenta de que si escapara junto a la brisa, podría soprenderle de formas que jamás imaginaria. Según cuentan algunos rumores en el viento, esa brisa sería capaz de sobornar incluso a la arena del desierto, para que le dijera el secreto sobre donde están los espejismos que ocultan los lagos más bellos del mundo con tal de llevar a la pequeña ola allí. También rumorean que se encargaría de introducirse en las profundidades de la tierra, hasta encontrar una de las mejores aguas termales y curarle esos golpes que se dio contra el barco.
A veces, la ola recordaba el dolor que le produjeron esos golpes, y sin darse cuenta, se le caían unas pequeñas gotas de tristeza. Pero la brisa nunca dejo que se desvaneciera ni una sola al mar, se apresuraba a cogerlas todas, y se las devolvía a la ola, fusionándose con ella en una de las más espectaculares demostraciones de la naturaleza; La brisa y la ola, ambas indomables, llenas de pasión y locura, de acción y razón, sueño y realidad, ambas, podían convertirse en gigante la una con la otra.
Sin darse cuenta, la brisa, se vio besando a la ola, olvidándose que solo era un poco de viento y que si solo la rozaba, podría evaporarse.
Aún así, quiso correr el riesgo, y pensó que si tuviera que morir alguna vez, la mejor forma sería desaparecer fundiéndose con ella; en esa ola llena de fuerza que por un instante le pudo dar la vida a la brisa con un beso.
A veces encuentras que amas cuando te sientes tranquila y segura con tu acto más vulgar y cotidiano, sin necesidad de imaginar cómo sorprender favorablemente a la persona que tienes a tu lado. Y eres una ola casi en reposo, que se mece suavemente aunque no haya brisa, y que no debe chocar contra barca ni roca para sentirse viva
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