Seamos todo lo realistas que podamos y
recojamos nuestros deseos tirados por el suelo, para fabricar aún
más. Nadie va a comprar un sueño que no vale nada. Soplar las velas como fecha de
caducidad de una calle donde nunca estuviste puede ser el camino que
debimos coger, pero preferimos perdernos por una casa tétrica, llena de
cuadros de personas con la sonrisa forzada y las pesadillas torcidas. Te voy a pasear por todas las calles de mi memoria y pintarte por todas las paredes en las que aparezca la frase: "deposite su error aquí".
Hace tiempo que sembrando
tempestades le pedí al viento que te llevara notas de auxilio en forma cíclica por
el aire, hasta llegar a tus pulmones para que te hiciera toser, pero de manera dolorosa como me duele a mi mezclarme con la humareda de las chimeneas, de esas que tienen
una casa donde arder en Navidad. Si somos el tiempo que nos queda,
que me empiecen a restar.
Me duele la vista de imaginarte
borrosa, de lejos y de cerca, con unos cristales que nunca mostraron
tu verdadero reflejo. Pero eso es realidad, tú, eres ficción, dentro
de unas letras donde no rimas, pero si aceleras. Aceleras unas manos
que estuvieron a punto de dar la vuelta a un guión de una obra sin
lección ética, porque toda la moral la enterrabas entre las raíces de flores consumidas por unas heridas invisibles a la vida.
Allí se quedaba, tu crimen perfecto.
Me dejaste una manía entre manos; como recorrerme la ciudad en busca de todas las margaritas y arrancarles la mitad de sus pétalos, sobornar a la raíz del asunto. El objetivo era silenciarlas para siempre. Para que nadie más le volviera a preguntar si le querían o no. Por si alguna vez alguien le preguntaba por ti, obtuviera la misma respuesta que recibía yo.
Silencio,