miércoles, 31 de diciembre de 2014

Un año más, un año menos.

No lo entiendo. Aunque tampoco pretendo que nadie me lo explique.
¿De verdad es necesario que en el calendario marque que estamos a 31 de diciembre para que digamos que vamos a cumplir  una serie de cosas que al día siguiente ni vamos a recordar? En serio, he visto listas de propósitos más largas que las listas de las compras de Navidad. ¿Y cumplimos alguna? No. Dejemos de mentirnos. Simplemente nos autoprometemos para quitarnos el remordimiento de encima porque el año pasado nos propusimos lo mismo y no hicimos nada. Queremos que los demás no nos fallen, cuando aún no ha terminado el año al que tanto nos aferramos para decir que el siguiente "es el nuestro", y somos nosotros los que empezamos fracasando.

Es muy triste que tenga que venir un número para que tengamos que pensar en convertirnos en buenas personas, en dejar cosas que nos hacen daño, en mejorar, cuando eso tendríamos que proponérnoslo siempre, a cada segundo, y lo más importante: cumplirlo de verdad. 

Si sumáramos todas las promesas que nos hacemos cada fin de año, nos daríamos cuenta que la mayor deuda nos la debemos a nosotros mismos. Parece que no tenemos suficiente con que nos embarguen las casas como para que encima también lo hagamos con nuestra propia palabra.

No celebramos que se acabe un día, una semana o un mes, ¿Pero si un año? Sólo es un cambio de dígito, un número más. El viento sigue soplando, la tierra florece, el agua moja y el fuego quema.

Y nosotros, seguimos prometiendo(nos).

Por eso no me voy a autoprometer más, he decidido que voy a autocumplirme.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Conjuga(me)

Soy las virutas de una goma que borran un folio lleno de palabras desgastadas.
Soy el error que todos cometen.
Soy medio día por la noche.
Soy azul en negro oscuro.
Soy la incertidumbre en labios que escupen mentiras.

Soy una promesa que quiere cumplirse.
Soy el intento fallido de un corazón roto.
Soy la vida que siempre se dejan a medias en un vaso.
Soy la comida que el perro del Hortelano no deja comer.
Soy lo que nunca me han dejado ser.

Soy el límite de la paciencia que siempre se acaba.
Soy las medias ganas.
Soy la mancha que empaña un espejo donde se refleja un recuerdo.
Soy el viento que se queda sin fuerzas para levantar las hojas del suelo.
Soy la intensidad de una llama que apagan hasta convertir en cenizas.

No quiero ser más.

No seguiré siendo restos de un “soy”, anulado como verbo en primera piel del plural, acomodado en el momento perfecto anterior, en modo imperativo, porque solo recibí órdenes y represión en mi voz que cantaba pasiva, por eso jamás llegue a “ser” ni como un simple infinitivo.

No voy a conjugarme más, hasta que encuentre mi primera persona del singular; que se atreva a tachar mi pasado y se escriba en mi presente y futuro donde habite el subjuntivo para que cumpla deseos ficticios y un indicativo para descansar en la realidad.

Conjuga(me), sólo si piensas analizarme sintáctícamente buscando mis verbos escondidos, dándome un tiempo y una voz que canten al son de la libertad, hazlo si piensas llegar al núcleo de una vida rota entre perífrasis emocionales. Inténtalo, si vas a quedarte como sujeto de esta oración que no tiene atributos que ofrecer, sólo unos complementos que no saben en que líneas encajan. Sigue, y ayúdame a completar un estilo directo y tardío.

Conjuga(me), sólo si vas a darle sentido a una vida que se quedó sin persona, tiempo, modo y voz.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Estamos cínicamente marchitados

Acabamos de vestirnos derrotados, porque cansado se queda adjetivamente corto para un traje del que ya no quiero seguir disfrazada. No puedo menos, ni más, asi que ya podéis dejar de apoyaros en mí como si fuera vuestro soporte para echaros y seguir empujando hasta quedarme atrapada en el subsuelo de los vértices que mantienen una memoria inerte.
No me escucháis, nadie tiene la consideración de oírme cuando ya no estoy, cuando el silencio se vuelve fértil en un campo de gritos. Estáis regando demasiado unas raíces que solo quieren cubrirse, las ahogáis entre todos.

Las flores han elegido y han dictaminado que ya no quieren seguir deshojándose mientras les preguntáis si os quieren o no. Dejadlas en paz, dejadlas descansar, o tened el maldito detalle de preguntarles: "y a ti, ¿Te quieren, o no?"
Pero pausa las horas, que para eso nunca hay tiempo.

Se eternizan las gotas de lluvia para  golpear con el hastío que sobra por los poros que salen de vuestra putrefacta piel. Una piel egoísta que se tensa solo para amarrarse entre venas y bañarse en una sangre que nunca arderá por vosotros. Vamos a jugar entre todos a contar mentiras y juro, agitando mi vida en son de paz, que os voy a ganar.

Miento.

Te he hecho añicos, mientras destrozaba mi imagen en mil pedazos.
He esperado que los recogiera alguien
y me he cortado el pie.
La sangre brotaba seca,
ya os podéis morir de sed.



lunes, 15 de diciembre de 2014

Deudas con la poesía

Con este tiempo no me extraña que haya pasado;
se ha enfermado la poesía.
Ha estornudado y se ha limpiado
en un papel impregnándolo todo
de rimas invernales y versos acatarrados.

Hoy, la vamos a abrigar entre mañanas rotas,
tiempos muertos y mis ganas sin sentido.
Hoy, la vamos a mecer
hasta que se reconcilie con el frío.

Ahora, se encuentra delirando
en las cabezas de los que piensan
que han sido derrotados.

En una batalla de prosa fría,
donde luchan la tristeza y la alegría.

Vamos a levantarla de la cama,
que desnude mentes de las almohadas.
Poesía, vístete de vida y deja dormido tu pijama.

Si no se cura, si no mejora,
recordadle que tiene que volver a ponerse en pie,
que necesitamos que nos coja de la mano,
que sea el juguete del niño
y el bastón del anciano.

Sin ella yo ya hubiera desistido, renunciado.
Te cuido hoy, te lo debo,
por todas las vidas que has salvado.






sábado, 13 de diciembre de 2014

Nos llovemos

Llover; según la RAE, trata de un verbo impersonal, pero no estoy del todo de acuerdo. Un resumen ficticio de todo esto, es que puedo decir que he visto a personas lloverse. Lloverse por dentro, calando el agua en los pulmones de un cuerpo que flotaba sobre las nubes grises de un cielo más gris aún, compitiendo para ver quién llegaba antes a la meta de ser un día negro.

Tonalidades ciegas, que solo entienden de un arcoíris sin capacidad cromática.

Supe que me estaba lloviendo por dentro cuando sentí que se me evaporaba el alma e intentaba huir por la boca. Nunca me hacía caso cuando le decía que se abrigara antes de salir de casa, pero le cogí, como quien se aferra a la vida después de ver la muerte y le vestí de mala suerte. Le puse un chubasquero al corazón y un paraguas a mis huesos para dejar constancia de que aquí no volveríamos a hundirnos sin protegernos.

Me lluevo.

En las calles, en la cama, en la calma, en un recuerdo; en el olvido y en un cuerpo que se disipa lejano y nunca fue mio. Tengo que dejar de convertirme en charco para que me dejen de pisar por diversión. Recorro una piel que se eriza, desconocida, calo unos huesos que suenan distantes cuando notan la sangre que hierve sola. Parto un pacto conmigo misma, que se hace trizas hundiéndose en un mar de preguntas retoricas a las que se me olvidó enseñar a nadar.

Siempre me he llovido en la sed de quien no quiere agua.

Pero recuerda, que después de llovernos, siempre podemos esca(m)parnos.



jueves, 11 de diciembre de 2014

El circo de la prosa

Estamos conformes en el bosque de la ira
a perdernos en la música
proveniente de una lira.

No solo imagina, también delira,
en los frondosos caminos que componen deforme
la sonata de la noche
que inspira,
respira.

El pequeño arlequín asustado se mira,
por dentro no quiere, no sabe; asimila.
Se asoma al vértigo que retuerce las horas,
en libertad se muere,
en jaulas,
se ahoga.

Pequeño valiente de risa con hiel,
no encuentra salida,
no calma su sed.
Despierta en su olvido
descansa en babel,
no quieras mirarte
y te reflejes en él.

Recoge el violín tocando una nota,
recuerda la sangre que no se equivoca:
“Malditos tus dedos, no hacen otra cosa;
toquen lo que toquen, será cuerda
rota”


lunes, 8 de diciembre de 2014

Feliz Excusa

No me gustan las excusas, y por eso, no me gusta la Navidad.

Llega el punto de no soportarla, demasiada hipocresía en tan pocos días.
Creo que no hay una festividad más triste que esta, a veces pienso que alguien pretende cegarnos con las luces que adornan las calles, para que no veamos la oscuridad de cada rincón, la muerte y la pena asomando por todas las esquinas que intentamos hacer como si no existiera ¿Qué más da, verdad? Mientras las callejones estén llenos de gente paseando bolsas llenas de regalos da igual que alguien se esté muriendo de frío en la puerta por la que acabas de salir.

No entiendo, no llego a comprender como se puede cantar "Noche de paz" cuando no hemos parado de tener días de guerra. Ya no hablo solo de militantes, de guerrillas fuera de nuestro país. Hablo de madres que no tienen para dar de comer a sus hijos, de familias que no duermen en meses acompañando a enfermos en hospitales, de meses luchando para mantener un hogar que el banco quiere desahuciar, de lágrimas que paralizan, de mentes destrozadas, de vidas a medias.
No hay noches de paz, señores, hay vidas en guerra, en lucha constante; valientes que se enfrentan a su día a día sin saber cómo amanecerán al día siguiente.
Las familias no deberían aprovechar solo un momento al año para verse, eso es excusa. Aprovechadla al máximo los que la tenéis, no esperéis a que haya 10º grados bajo cero para tener que reuniros en una mesa. Hacedlo siempre que podáis.

Porque el tiempo pasa, y más pesa la pena. Más personas faltan, más tristeza hay servida en los platos, más ausencia se sientan en las sillas. Recuerda que los regalos no van a llenar la soledad que dejaron los que se fueron.

A mi, se me olvidó el espíritu de la Navidad en el cajón de la primavera,
con las flores marchitas,
de cada muerte, 
en cada acera.



sábado, 6 de diciembre de 2014

Saluda al invierno de mi parte

Mañana se congelan los dedos, pero no es excusa para dejar de escribir hoy.
Hace frío, hace sueño, hace deshacer manías y enredar al cuello cables con luces a medias lunas.
De todo se sale, o eso dicen, pero la puerta siempre se queda chirriando para recordarte que tu cobardía le gana este pulso a la casualidad de tu futuro, por eso, no entiendo este frío, como no te entiendo a ti.

Reto al gélido aliento del invierno que se atreva a hacerme tiritar más que cuando supe que no ibas a volver nunca.
Nadie (como tú) me ha hecho castañear tanto los dientes como si me estuviera devorando a mi misma, por fuera. Joder, por dentro. Ayúdame a reconstruir una autocrítica que no sea capaz de destrozar por las calles a golpe de suerte.
Que cada una de mis personalidades te busque como ojos sin letras de las líneas que lees.
Oblígame a mantenerme firme como si en cualquier momento fuera a caer en línea casi recta.
Hazme reír por llorar.

Atrévete.

Te espero con la boca desnuda.
para que la vistas de palabras llenas de promesas vacías.