Llover; según la RAE, trata de un
verbo impersonal, pero no estoy del todo de acuerdo. Un resumen ficticio de todo esto, es
que puedo decir que he visto a personas lloverse. Lloverse por dentro, calando el agua en
los pulmones de un cuerpo que flotaba sobre las nubes grises de un
cielo más gris aún, compitiendo para ver quién llegaba antes a la
meta de ser un día negro.
Tonalidades ciegas, que solo entienden
de un arcoíris sin capacidad cromática.
Supe que me estaba lloviendo por dentro
cuando sentí que se me evaporaba el alma e intentaba huir por la
boca. Nunca me hacía caso cuando le decía que se abrigara antes de
salir de casa, pero le cogí, como quien se aferra a la vida después
de ver la muerte y le vestí de mala suerte. Le puse un chubasquero al corazón y un
paraguas a mis huesos para dejar constancia de que aquí no
volveríamos a hundirnos sin protegernos.
Me lluevo.
En las calles, en la cama, en la calma,
en un recuerdo; en el olvido y en un cuerpo que se disipa lejano y
nunca fue mio. Tengo que dejar de convertirme en charco para que me
dejen de pisar por diversión. Recorro una piel que se eriza,
desconocida, calo unos huesos que suenan distantes cuando notan la
sangre que hierve sola. Parto un pacto conmigo misma, que se hace
trizas hundiéndose en un mar de preguntas retoricas a las que se me
olvidó enseñar a nadar.
Siempre me he llovido en la sed de
quien no quiere agua.
Pero recuerda, que después de
llovernos, siempre podemos esca(m)parnos.
Estuvistes brillante en el recital poético de la Casa del Libro. Me he ido leyendo tu blog y haciéndote algunos comentarios. Aunque yo no soy poeta sino geógrafo. Tu estilo intimista- dubitativo y de prosa precisa y fértilmente imaginativa me recuerda al Verlaine joven, con tu misma edad
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Carlos! Ha sido todo un honor que me hayas comparado con tal artista, espero que el blog resulte de tu agrado. Un saludo!
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