jueves, 11 de diciembre de 2014

El circo de la prosa

Estamos conformes en el bosque de la ira
a perdernos en la música
proveniente de una lira.

No solo imagina, también delira,
en los frondosos caminos que componen deforme
la sonata de la noche
que inspira,
respira.

El pequeño arlequín asustado se mira,
por dentro no quiere, no sabe; asimila.
Se asoma al vértigo que retuerce las horas,
en libertad se muere,
en jaulas,
se ahoga.

Pequeño valiente de risa con hiel,
no encuentra salida,
no calma su sed.
Despierta en su olvido
descansa en babel,
no quieras mirarte
y te reflejes en él.

Recoge el violín tocando una nota,
recuerda la sangre que no se equivoca:
“Malditos tus dedos, no hacen otra cosa;
toquen lo que toquen, será cuerda
rota”


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