No lo entiendo. Aunque tampoco pretendo que nadie me lo explique.
¿De verdad es necesario que en el calendario marque que estamos a 31 de diciembre para que digamos que vamos a cumplir una serie de cosas que al día siguiente ni vamos a recordar? En serio, he visto listas de propósitos más largas que las listas de las compras de Navidad. ¿Y cumplimos alguna? No. Dejemos de mentirnos. Simplemente nos autoprometemos para quitarnos el remordimiento de encima porque el año pasado nos propusimos lo mismo y no hicimos nada. Queremos que los demás no nos fallen, cuando aún no ha terminado el año al que tanto nos aferramos para decir que el siguiente "es el nuestro", y somos nosotros los que empezamos fracasando.
Es muy triste que tenga que venir un número para que tengamos que pensar en convertirnos en buenas personas, en dejar cosas que nos hacen daño, en mejorar, cuando eso tendríamos que proponérnoslo siempre, a cada segundo, y lo más importante: cumplirlo de verdad.
Si sumáramos todas las promesas que nos hacemos cada fin de año, nos daríamos cuenta que la mayor deuda nos la debemos a nosotros mismos. Parece que no tenemos suficiente con que nos embarguen las casas como para que encima también lo hagamos con nuestra propia palabra.
No celebramos que se acabe un día, una semana o un mes, ¿Pero si un año? Sólo es un cambio de dígito, un número más. El viento sigue soplando, la tierra florece, el agua moja y el fuego quema.
Y nosotros, seguimos prometiendo(nos).
Por eso no me voy a autoprometer más, he decidido que voy a autocumplirme.